domingo, 11 de abril de 2010

"La intolerancia en nombre de Dios"


El titular de la noticia es excelente. Y de qué otro modo puede llamarse a un grupo de más de cien evangelistas que irrumpen, con altoparlantes, pancartas y bombas de estruendo, en un teatro donde se lleva a cabo un congreso de ateísmo.
Es un hecho gravísimo por donde se lo mire. La fuerza por sobre la razón, la prepotencia por sobre las buenas maneras, los gritos por sobre el diálogo.
Podrán tener las justificaciones que quieran, podrán invocar los argumentos que les parezcan más coloridos deacuerdo a sus creencias. Pero es inadmisible y lo será siempre la intolerancia por motivos de ideología, credo, raza, o sexo.

Inadmisible, y no hay otra palabra. Porque hoy es una manifestación que agrede con cantos y fuegos artificiales, y busca silenciar, con gritos, un foro de diálogo y conocimiento; pero ¿qué impide que mañana tengamos nuestros propios Theo van Gogh?

El fanatismo religioso no es, como muchos creen, un problema lejano propio de Medio Oriente o del sudeste asiático. Nos toca muy de cerca en latinoamérica, y se revela como el hongo que crece cuando las cosas están descompuestas: en otras palabras, las desigualdades, la falta de educación y de oportunidades, son el escenario ideal para que pululen toda clase de "salvaciones" divinas, espirituales, metafísicas y/o paranormales.
Mientras la gente común tenga necesidades, algunas muy urgentes y hasta desesperadas, y no encuentre respuesta en las instituciones, y no haya sido educada con herramientas para buscarlas, pues las encontrará sin dudas en el primero que le prometa una solución. Y cuanto más convincente sea el profeta, con más fuerza se aferrarán a él.

Particularmente en Argentina somos rehenes de la clase política que compra votos con planes sociales, sin darnos ni siquiera un atisbo de rumbo como Nación. Y somos rehenes espirituales de la caridad eclesiástica, de la mera existencia del concepto de caridad, organizada y valorada como una virtud, cuando la realidad es que la caridad (entendida como ayuda al prójimo) solo debería ser un estado de emergencia, una excepción, y no una realidad cotidiana y humillante de millones de personas. Los que la reciben porque no tienen opción, y los que la dan, que salvan así sus almas y callan sus conciencias.
En particular en lo que se refiere al cristianismo y a las sectas cristianas, se me hace muy triste ver cómo la gente abraza la servidumbre, la culpa, la autoflagelación, y cómo se renuncia a la educación, al juicio crítico, al intelecto, al pensamiento y al debate.

Solo hay una solución posible, y no la veo demasiado al alcance en el horizonte: EDUCACIÓN.
Educación, educación, educación, educación, educación, educación.
Leer, comprender, aprehender, conocer la historia, conocer la evolución del pensamiento, de las ideas, de las ideologías, leer literatura y así incorporar infinidad de mundos posibles, leer ciencia y destrabar así el conocimiento sobre la forma en que verdaderamente funciona el mundo y cómo llegamos a conocerlo...
Mientras ellos sigan enseñando la fé en Dios, y no en el hombre, seguiremos negando nuestra responsabilidad como individuos y como especie, delegándola en un dios, una constelación del Zodíaco o una carta de tarot.

Recomiendo no solo la nota original, sino los comentarios debajo: son imperdibles. Cabe destacar que los corresponsales del diario El Atlántico estaban justo cubriendo el evento cuando se produjeron los hechos, por lo que son fuente de primera mano.

Cobertura en los medios:
Nota original en el diario El Atlantico.
ABC Digital.
Noticias MDQ.
0223 Vespertino Digital de Mar del Plata.
Periodismo Ciudadano.
Foro Provincias.

Diego Martín Aguayo
DNI 24.341.138

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