domingo, 14 de febrero de 2010

Un punto azul pálido / The pale blue dot


El 5 de septiembre de 1977, la sonda robótica Voyager 1 fue lanzada desde Cabo Cañaveral, Florida, rumbo al espacio exterior. Y un día como hoy, 14 de febrero de 1990, 13 años más tarde, tomó esta fotografía de la Tierra. Fue su última foto donde todavía podía verse nuestro planeta.

Un día equivale a 1 rotación completa de la Tierra alrededor de su propio eje. Hay que ver, por lo tanto, qué representa "14 de febrero" para una nave no tripulada a 6000 millones de kilómetros de nuestro planeta, distancia a la que estaba cuando nos mandó esta imagen.
El 7 de julio de 2009, casi 32 años después de su partida, la Voyager 1 estaba a 109,71 UA (16.414 millones de kilómetros), y estaba a punto de abandonar la Heliopausa (zona terminal entre el Sistema Solar y el Espacio Interestelar). Por suerte este heroico robot superó los pronósticos científicos y todavía funciona, y se estima que sus tres RTGs, (Generador termoeléctrico de radioisótopos), lo van a tener comunicado con nosotros hasta el 2025.

Como quiera que sea, es la foto más lejana que tenemos de la Tierra. Viéndola es posible que nos tentemos a reflexionar sobre una cantidad de cosas, y que nos dejemos llevar por sentimientos poco frecuentes.
Personalmente la considero una de las imágenes más importantes que puedan existir. No hay mucho que ver en ella: un fondo negro, la banda apenas luminosa de nuestro brazo de la Vía Láctea, y ese pequeño puntito azulado. Pero observándola en silencio no puedo dejar de sonreir, y tal vez de reprimir alguna lágrima, por lo que ese puntito representa.

Carl Sagan se sintió tan impresionado por esta fotografía que le dedicó un libro, el cual no tuve todavía el placer de leer. Pero tengo este extracto, para cerrar el comentario, que me parece realmente imperdible:

Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió, vivió sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol.

La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades visitadas por los habitantes de una esquina de ese pixel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuente de sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros, lo ferviente de su odio. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida.

Nuestro planeta es una mota solitaria de luz en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.
Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de los prejuicios humanos que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.


PD: dedico este post del 14 de febrero, día de los enamorados, a mi esposa Sabrina, a quien amo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Un post realmente hermoso.
Muchas gracias amor! Te adoro.